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lunes, 12 de agosto de 2013

El ejercicio mejora la función cognitiva

Un interesante artículo que leo hoy, sobre los resultados de un estudio realizado con dos grupos de adultos mayores, un grupo, que sufre un deterioro cognitivo leve y el otro grupo normal como control  realizaron un programa de doce semanas de ejercicio físico. En ambos grupos se confirmó una mejora de la memoria semántica. Los resultados fueron medidos a través de resonancias magnéticas que indican las distintas zonas del cerebro que se activan según las funciones que la persona realiza. 




"las áreas cerebrales activadas que mostraron una mejora en la eficiencia de la función cerebral se corresponden con las zonas del cerebro que permiten diagnosticar la enfermedad de Alzhéimer. En concreto, después del entrenamiento los participantes necesitaban menos recursos neuronales para realizar la misma tarea".





Según un artículo escrito por Luis F. Heredia Guerra, Especialista en  Gerontología y Geriatría, el ejercicio físico practicado regularmente en la tercera edad contribuye a:


· Mejorar la capacidad para el autocuidado
· Favorecer la integración del esquema corporal
· Propiciar bienestar general
· Conservar más ágiles y atentos nuestros sentidos
· Facilitar las relaciones intergeneracionales
· Aumentar los contactos sociales y la participación social.
· Inducir cambios positivos en el estilo de vida de los adultos mayores
· Incrementar la calidad del sueño
· Disminuir la ansiedad, el insomnio y la depresión 
· Reforzar la actividad intelectual, gracias a la buena oxigenación 
cerebral
· Contribuir en gran manera al equilibrio psicoafectivo
· Prevenir caídas
· Incrementar la capacidad aeróbica, la fuerza muscular y la 
flexibilidad
· Disminuir el riesgo de enfermedad cardiovascular
· Hacer más efectiva la contracción cardíaca 
· Frenar la atrofia muscular
· Favorecer la movilidad articular
· Evitar la descalcificación ósea
· Aumentar la eliminación de colesterol, disminuyendo el riesgo de 
arterioesclerosis e hipertensión
· Reducir el riesgo de formación de coágulos en los vasos y por tanto 
de trombosis y embolias. 
· Aumentar la capacidad respiratoria y la oxigenación de la sangre 
· Evitar la obesidad
· Mejorar la capacidad funcional de aquellos individuos que presentan 
un déficit en la realización de las AVD. 
· Incrementar la longevidad

jueves, 8 de agosto de 2013

Dónde pongo lo hallado?

"Dónde pongo lo hallado?" se pregunta Silvio Rodríguez en una canción.  Y es parte de esa letra que vino a mi mente cuando leí una nota de La Presse de hoy, que nos cuenta que pronto enviarán un especialista del Museo de la civilización de Québec a descubrir elementos importantes entre los restos de la catástrofe de Lac Mégantic.  Y es que esos restos deberán ser identificados, preservados,  tal vez exhibidos en un museo en el futuro.  Y para preservarlos, hay que tomar la decisión ahora, antes de que pasen las topadoras a quitar los fragmentos de tanto dolor.  O al menos, en todo caso, quitar de la vista la imagen material de tanto dolor.



Esto me hizo acordar a un texto del profesor Tofp, docente titular de Psicología General en la Universidad de Buenos Aires en la época que yo estudié allí.  Ese texto era una respuesta al impacto psicológico en las personas, al ver objetos que se relacionan con una catástrofe.  El contacto con lo que queda es un recordatorio permanente de las pérdidas materiales y emocionales.  Enfrentarse a esos restos nos exige un reacomodamiento de los recursos internos.  Dicho más fácil, encontrar dónde se ponen estas cosas que se encuentran... y qué se hace con las emociones que ellas generan.  Por ejemplo, la nota de la Presse se pregunta por las reacciones de los familiares de las personas que murieron carbonizadas en un centro de enseñanza de danzas que se encontraba en el epicentro de la catástrofe de Lac Mégantic.  Qué sentirán esas personas si en un futuro vieran un trozo de madera del piso de ese salón de danzas, conservado como pieza en un museo?  "Para recrear algo de ese mundo, las personas solemos volvernos reiterativas en el relato de la catástrofe, en la enumeración de las múltiples cosas que ya no se tienen, ávidos y obsesos en recuperarlas, o en recuperar algo que pueda llenar el vacío de lo que no está; y nada es suficiente para suplirlo porque no es sólo la cosa, es algo íntimo que se fue con cada cosa".  
Topf escribió sobre los objetos que representan algo importante en la vida de una persona: "los hombres se aferran al recuerdo y a los objetos que lo corporizan".  Por eso, "Cuando mi historia es arrasada, yo ya no soy el mismo. Tampoco sé bien quién soy."  (...) Por ello la importancia del recordar, y del recordar con otros. Nos devuelve lo esencial de nuestra condición humana y de nuestra salud mental, que es la posibilidad de dolerse, la posibilidad de la ira, del llanto –dijimos– y entonces, luego, también, la posibilidad del alivio, de imaginar un futuro, seguir viviendo; la posibilidad de seguir amando y trabajando. Sigmund Freud escribió: “¿Qué es estar mentalmente sano? Tener capacidad de amar y de trabajar” (citado por Gay, P.: Freud, una vida de nuestro tiempo, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1989).
De allí la importancia de lo que llamamos resignificar: poder hallar nuevos matices, nuevas relaciones entre los sucesos, y entre ellos y nuestro pasado, nuestro futuro y presente".

Espero que las personas que sufrieron esta catástrofe en Mégantic (como nos la cuenta Nancy, la bibliotecaria de una escuela donde trabajo, que tiembla y recuerda cada noche el silbido que hacia el fuego que crecía y crecía llevándose las casas de sus amigos de toda la vida...) espero que tengan la oportunidad de contar y compartir estas emociones y estas terribles historias para aligerar un poco los efectos de este arrasamiento.  

* Psicólogo. Profesor titular consulto en la UBA. El texto publicado forma parte del trabajo “Memoria colectiva y salud mental”.