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lunes, 19 de abril de 2010

El coleccionista de sexo sin poesía

Anaïs Nin nació en París en 1903, hija del compositor Joaquín Nin. Residió en Barcelona hasta 1914, fecha en que se trasladó, junto con su madre, a New York. De regreso a París, trabó amistad con Henry Miller y con Antonin Artaud. Fue discípula del psi­coanalista Otto Rank y se dedicó también a la danza. Falleció en Los Ángeles en 1977.












Unos años antes de su muerte, decidió publicar bajo el título de “Delta de Venus” una colección de relatos eróticos escritos en 1941 y vendidos a un dólar la página a un misterioso “coleccionista”.  La venta de esas páginas sirvió a la escritora y a sus amigos para tan elementales erogaciones como pagar la factura ya vencida del teléfono, cambiar los anteojos, ir al médico, permitirse una entrada de cine.  La insistencia del anónimo coleccionista en que le enviara “más sexo y menos poesía” es la razón de las líneas que siguen.










"Querido coleccionista: le odiamos. El sexo pierde todo su poder y su magia cuando se hace explícito, mecánico, exagerado; cuando se con­vierte en una obsesión maquinal. Se vuelve abu­rrido. Usted nos ha enseñado, mejor que nadie que yo conozca, cuan equivocado resulta no mez­clarlo con la emoción, la ansiedad, el deseo, la concupiscencia, las fantasías, los caprichos, los lazos personales y las relaciones más profundas, que cambian su color, sabor, ritmos e intensida­des.
Usted no sabe lo que se está perdiendo a causa de su examen microscópico de la actividad sexual, que excluye los aspectos que constituyen el carburante que la inflama. Aspectos intelec­tuales, imaginativos, románticos y emocionales. Eso es lo que confiere al sexo sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus ele­mentos afrodisíacos. Usted está dejando que se marchite el mundo de sus sensaciones; está de­jando que se seque, que se muera de inanición, que se desangre.
Si alimentara usted su vida sexual con todas las excitaciones y aventuras que el amor inyecta en la sensualidad, se convertiría en el hombre más potente del mundo. La fuente del poder se­xual es la curiosidad, la pasión. Está usted con­templando cómo su llama se extingue por asfi­xia. El sexo no prospera en medio de la monotonía. Sin sentimiento, sin invenciones, sin el estado de ánimo apropiado, no hay sorpresas en la cama. El sexo debe mezclarse con lágrimas, risas, palabras, promesas, escenas, celos, envidia, todas las variedades del miedo, viajes al extranjero, caras nuevas, novelas, relatos, sueños, fan­tasías, música, danza, opio y vino.
¿Cuánto pierde usted a través de ese peris­copio que tiene en el extremo del sexo, cuando puede usted gozar de un harén de maravillas dis­tintas y nunca repetidas? No existen dos cabellos iguales, pero usted no nos permite gastar pala­bras en la descripción del cabello. No hay tam­poco dos olores iguales, pero si nos extendemos sobre eso, usted exclama: "Supriman la poesía." No hay dos cutis con la misma textura, y jamás la misma luz, o temperatura o sombra ni el mis­mo gesto, pues un amante, cuando es movido por el verdadero amor, puede recorrer siglos y si­glos de tradición amorosa. ¡Qué posibilidades, qué cambios de edad, qué variaciones de madu­rez e inocencia, perversidad y arte...!
Hemos estado hablando de usted durante horas, y nos hemos preguntado cómo es usted. Si ha cerrado sus sentidos a la seda, a la luz, el color, el olor, el carácter y el temperamento, debe usted estar ya completamente marchito. Existen multitud de sentidos menores, que discurren co­mo afluentes de la corriente principal que es el sexo, y que la nutren. Sólo el palpito al unísono del sexo y el corazón puede producir el éxtasis."

1 comentario:

Ruben dijo...

Sencillamente hermoso.