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martes, 21 de octubre de 2008

¿Y el valor del talento?

En el post anterior sobre ¿Cuánto vale un diploma?, Fran dejó un comentario que me inspiró este otro post tal vez necesario para terminar de dejar un poco más clara la idea. (aunque sospecho que este podría ser el comienzo de una larga y fructífera construcción colectiva).

BloggerFran y Romi en Canada dijo...

Es verdad eso de la sobrevaloracion de nuestros titulos, es muy cierto, es comun presentarse y decir tu profesion, pero no es como decis por agrandarse sino es un modismo algo por lo cual estas orgulloso.
Se que en Canada es diferente, pero son costumbres en Japon tambien te presentas y en tu nombre pones el nombre de la empresa que trabajas. (eso lo recuerdo de cuando tomaba mis clases de Japones).
Es verdad que todo esto dice mucho de la sociedad que estas inmerso.
Saludos,
Fran

Hola, Fran!!

Te agradezco tu comentario porque me permite ampliar... tal vez en la redacción del post no quede claro:

Me parece que en Argentina pasamos de una gran valoración del esfuerzo y la preparación... a una actitud de "es lo menos que podés hacer" (o sea, como si te dijeran, "ese título que obtuviste no vale nada de nada, es solo la llave para que te dejen entrar a los lugares donde te vas a formar en serio". Hemos pasado desde allí al otro extremo de buscar la solución rápida y fácil, porque total, todo es efímero y lo que consigas no vale la pena dedicarle mucho.

Para darte un ejemplo de esto: yo estuve entre 1993 al 2002 formando profesionales en una técnica de trabajo grupal (psicodrama y técnicas expresivas). En un principio dábamos una formación de tres años durante los cuales los alumnos se entrenaban una vez por semana durante 3 horas y el último año, tenían pasantías en hospitales o empresas y hacían una practica supervisada, algo que yo considero una formación importante y bien hecha. El último tiempo, quizá porque la excelencia en la experiencia y las competencias de las personas no era valorada, quizá porque la cantidad de empleos disponibles se redujo y porque muchos de los empleos que se obtenían se basaban más en los contactos personales que en la excelencia de la formación recibida y la experiencia, tal vez por eso cada vez menos personas podían “darse el lujo” de sostener una formación de post-grado de 3 años. Luego… empezó a pasar cada vez más seguido que la gente buscara cursos cortos, donde se prometiera una salida “rápida”, aunque lo que se prometiera no fuera cierto. Y luego… he llegado a tener la experiencia de escuchar un alumno que me pidió “qué tenés este año para ofrecerme, que me pueda dar chapa rápida” (sic). **

En períodos donde el trabajo escasea, la valoración de la formación de las personas se rebaja a su mínima expresión. Me voy a remontar a la prehistoria de mi búsqueda laboral en oficinas, cuando yo tenía 18 años (y no voy a decir en qué año fue… que total, con las repetidas crisis de la Argentina, la antigüedad de mi partida de nacimiento puede quedar bien a cubierto), donde una entrevistadora (no muy sagaz, por cierto) me preguntó si sabía técnicas de escritura veloz. Todo esto para un trabajito de secretaria “junior” donde el salario sería “infimo”. Cuando lo repregunté para qué pedían eso, si se usaban con tanto éxito los grabadores y mejor aún, si una buena secretaria también tenía que tener “redacción propia”, siendo capaz de redactar las cartas mientras su jefe le dijera: escríbale a Fulano y dígale que el pedido lo va a tener el jueves y que se conecte con Mengano a tiempo para combinar el embarque”. Y la señora me contestó: Y bueno, ya que estamos… para que tenga todo”. ¡Una belleza!

Tengo una amiga y colega que dirige una institución donde se trabaja con técnicas activas y teatro de improvisación en la comunidad. Quienes integran la compañía son actores, músicos, bailarines, artistas plásticos, algunos realmente muy talentosos. Todos trabajan como voluntarios, pero no como los “benevoles” que hay aquí, donde la organización a quien brindan su trabajo voluntario se ocupa en general del transporte, de la comida y tienen otros beneficios diversos, además del prestigio que agrega al currículo la actividad voluntaria. En nuestros países, según como yo lo veo, la actividad voluntaria, especialmente en cuanto a profesiones se refiere, es vivida como con cierto “descrédito”. Una vez le pregunté a mi amiga cuál era la motivación para que gente talentosa se movilizara a trabajar durante tantas horas, con tanta pasión cuando hacerlo le suponía un esfuerzo extra no remunerado. Mi amiga me contestó: “La mayor parte de las veces lo que obtenemos en cada presentación en la comunidad, así, sin tener subsidios, solo con el aporte del público, nos alcanza para pagar el viático de algunos, ni siquiera de todos, solo de los más necesitados. En la compañía tenemos actores, bailarines, que son estudiantes… y que a veces caminan cuadras y cuadras por toda la ciudad para poder llegar… ¿Por qué siguen viniendo? Porque es su única posibilidad de formar currículum. Y eso es el motivo de por qué cuando un grupo funciona como mecanismo aceitado, muchos dejan de venir, porque necesitan trabajar en algo que les permita vivir, y entonces nunca podemos disfrutar de los beneficios de un grupo completo entrenado”.

Otra viñeta sobre la valoración: he oído con pesar que algunos compatriotas se quejan aquí de que haya que pagar por las obras de teatro o de música cuando en Buenos Aires, por ejemplo, “está lleno” de espectáculos gratis… “y hasta buenos, eh?”.

Pensemos en lo que estas frases dicen de la valoración de nuestros talentos en nuestro país…

Frases que no reparan en que la “gratuidad” de algunas cosas buenas tiene un precio altísimo: la pauperización de nuestros mejores profesionales, técnicos y artistas. El desperdicio sistemático de nuestro capital simbólico, un capital, como ha dicho Silvia Bleichmar, en su "Dolor país", que nos costó décadas construir, desde el orgulloso “M’hijo el dotor” de Florencio Sánchez,*** hasta nuestros días de “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”…Doloroso que siga teniendo tanta vigencia el Cambalache de Discépolo, no?

Me extendí demasiado. ¿Ustedes qué piensan de todo esto?

**Aclaración para los que no vivieron en Argentina: llamamos “chapa” en sentido figurado a los elementos que te permiten mostrar una formación, títulos o diplomas, por ejemplo, la chapa de bronce que ponían en la puerta los médicos, abogados, escribanos, veterinarios… etc. Por cuestiones de privacidad y otro tipo de razones, era muy raro ver que los psicólogos pusiéramos la chapa en la puerta.



*** En el nombre de la obra está oculto el link donde puedes descargar el libro de Florencio Sàncez, "M'hijo el dotor".




9 comentarios:

Alejandra Lynch dijo...

Muy interesante el post y de acuerdo en todo, aunque debo decir que en ámbito de la enfermería y en el del grupo donde estudié de docente si bien fueron de menor envergadura que el de Sherbrooke, estuve en eventos de graduación muy emocionantes, sobre todo en enfermería. Pienso que se daba porque eran grupos chicos donde vos veías a los alumnos en la teoría y en la práctica todos los días y se creaba un vínculo que no puede darse en ambientes mas grandes.

Anónimo dijo...

Maria Cecilia Ubalton.

Cuánto vale un diploma?, me siento identificada con ese cuestionamiento y comparto aquello de “sobrevaloración del diploma”, siempre tengo en mente algo que me molestaba cuando estaba en Argentina, recuerdo que mientras realizaba mis estudios en la Facultad de Derecho de la UBA, trabajaba en un estudio jurídico, y cada vez que regresaba de hacer mis trámites en tribunales lo hacía con cierto enojo, quizás hasta tristeza y decepción, la razón?, simplemente cada vez que me atendía un empleado (en general estudiante como yo), lo hacía de “mala manera” porque yo no poseía en ese momento mi credencial de ABOGADA, por ende todas mis preguntas eran “pesadas”, eso fue así durante toda mi carrera. Cuando por fin tuve mi CREDENCIAL, (ya estaba recibida), el trato en ese mismo lugar, con los mismos empleados y luego de aclarar que ERA ABOGADA, cambió por completo, AHORA SI ERA RESPETADA….
En fin, ahora ha quedado en una anécdota que solo quería compartirla aquí con ustedes pero de verdad deseo que en algún momento esas cosas cambien.
Gracias

Anónimo dijo...

Cuánto vale un diploma?, me siento identificada con ese cuestionamiento y comparto aquello de “sobrevaloración del diploma”, siempre tengo en mente algo que me molestaba cuando estaba en Argentina, recuerdo que mientras realizaba mis estudios en la Facultad de Derecho de la UBA, trabajaba en un estudio jurídico, y cada vez que regresaba de hacer mis trámites en tribunales lo hacía con cierto enojo, quizás hasta tristeza y decepción, la razón?, simplemente cada vez que me atendía un empleado (en general estudiante como yo), lo hacía de “mala manera” porque yo no poseía en ese momento mi credencial de ABOGADA, por ende todas mis preguntas eran “pesadas”, eso fue así durante toda mi carrera. Cuando por fin tuve mi CREDENCIAL, (ya estaba recibida), el trato en ese mismo lugar, con los mismos empleados y luego de aclarar que ERA ABOGADA, cambió por completo, AHORA SI ERA RESPETADA….
En fin, ahora ha quedado en una anécdota que solo quería compartirla aquí con ustedes pero de verdad deseo que en algún momento esas cosas cambien

Psicóloga argentina dijo...

Alejandra, lo que decís del tamaño del grupo es muy importante.
También yo traté de que las ceremonias de entregas de diplomas de mis alumnos (siempre grupos de no más de 30 por año) fueran un momento de celebración y de valor del camino recorrido. Creo que mi vivencia de que no eran valoradas se refiere a los ámbitos de mayor concentración de gente, donde uno se sentía siempre un número, un ilustre desconocido no importa cuántos años lleves en el lugar. No sé todavía explicar por qué pero a pesar de que aquí en la universidad hay muchísimas personas, el trato parece, increíblemente, más personalizado.

María Cecilia, tu comentario nos lleva a la otra rama de la cuestión: me parece que allí la palabra no es justamente “valoración” sino discriminación. Justamente se da la paradoja de que la gente de menor instrucción es la que discrimina de manera abierta (lo cual no quiere decir que la gente más instruida no discrimine sino que su discriminación es más solapada).
También lo ves por ejemplo en los vendedores de poca jerarquía: hay una anécdota que no recuerdo quien la cuenta, de un señor de mucho dinero que fue vestido de manera humilde a una concesionaria de autos y recibió un trato descortés de parte del empleado, que supuso que el señor en cuestión no tenia el dinero para comprar el auto por el que preguntaba. La gente más instruida tiene más roce, un barniz más “polite” para tratar. Sin embargo está siempre ese preconcepto, de que quien no tiene “el título” no es importante.

Yo me refería a la paradoja justamente de la falta de valoración de la formación y la experiencia. Por un lado, una parte de la sociedad que valora un papel, una cáscara que podría estar vacía, y por la otra, otra parte de la sociedad que retira el valor de la trayectoria de una persona porque total, todo es lo mismo… Cuántos matices que tiene el tema, no?

Saludos!!

Anónimo dijo...

Tal vez mi comentario no sea aceptado abiertamente, pero opino que nuestra sociedad argentina y esta sociedad quebecoise tienen similitudes y diferencias con respecto al valor de un título. Hay mucha subjetividad pero mucha hipocresía y se debe a eso de figurar o hacer figurar lo importante que somos o quisiéramos ser y para ello solemos usar esa "chapa" que llevamos. Pareciera ser que es más importante lo que opine "el dotor" que lo que opine Juan de los palotes, aún cuando se trate un tema que nada tiene que ver con la medicina. En fin, lo importante es que sepamos nosotros valorar lo que tenemos y darle el lugar que se merece, sin inflarlo demasiado pero haciéndonos respetar básicamente como seres humanos.
Saludos.
WR

Psicóloga argentina dijo...

Hola, WR!
cuando leía esto de valorar nosotros lo que tenemos y darle el lugar que se merece, me acordaba que a veces estamos acostumbrados a dar un valor a nuestra propia visión, esa que formamos desde la experiencia, en el trabajo. Aquí, por ejemplo, parece que mencionar la propia experiencia es una especie de "mala palabra": hay que citar todos los textos escritos por otros, eso es lo que vale, y la propia experiencia es una opinión superflua, no queda bien ponerla en el artículo que escribimos... a menos que... (y aquí viene lo interesante) esa experiencia la hayamos ya publicado en un artículo anterior, por lo cual, podemos citarnos a nosotros mismos y ahi sí nuestra palabra vale.
Todo el tiempo el valor está puesto en relación a un uso y una costumbre que suele dejar afuera los valores de los otros que no comparten la misma escala de medicion. Por eso me parecía que era bueno pensar en estas cuestiones de valor desde nuestra mirada latinoamericana, para aclarar un poco esta cantidad de "zonas grises".
saludos!!

Anónimo dijo...

Mi experiencia en Argentina es que siempre me molestó que la persona se presente (o sea presentada) como titulo+nombre, por ej. "el dr. Juan Perez". Tal vez sea por el hecho de que a menos que la cosa haya cambiado en estos años, una vez que uno se recibía, hacía esa profesión para siempre; o que el mencionar el título fuera para jactarse de haber ido a la universidad. En los lugares del mundo donde he vivido, y particularmente ahora en Canadá, uno se presenta como "Juan Perez", luego tal vez le pregunten donde trabaja y/o que funciones desarrolla. Es decir, algo así como si uno dijera "yo soy Juan Perez, no importa lo que estudié, da la casualidad que ahora me desempeño en tal lugar de tal cosa, aunque esto puede cambiar luego."

También pasa a mi entender por que mucha gente se define por su trabajo, no por lo que son como persona, siendo que el trabajo debería ser considerado una parte de la vida, y no el todo. Hay mucho más que hace al valor de una persona como tal, el decir "yo soy el {insertar titulo} fulano" no garantiza la bondad de nadie; muchos con títulos fabulosos nos han hecho mucho mal como país y/o personalmente. Sumado a esto, la posibilidad de formación permanente sin importar la edad y de cambiar de carrera 10 veces en la vida si a uno se le antoja hace que el título delante del nombre carezca de función, salvo la de inflar el ego del que lo usa.


m2k

Hector Torres dijo...

Por lo poco que he podido ver en Quebec por ejemplo, es que el diploma da una cierta certeza a los empleadores de que sabes hacer lo minimo que se requiere. Claro que tambien hay de todo y donde pesa mas el conocido o el familiar, pero estoy hablando de generalidades y de lo poco que conozco.

Por otro lado, en Mexico el titulo era hipervalorado, que quiero decir, creo que esto viene de la colonia, donde los titulos nobiliarios decian quien eras, por ejemplo "el duque fulano de tal", creo que era mas importante "el duque", que el fulano de tal. En tiempos modernos siempre se dirigian al Doctor, Ingeniero, Arquitecto, Abogado, etc., y eso da el prestigio. Creo que eso es menos en Canada, a reserva de lo que otros opinen.

Saludos.

Psicóloga argentina dijo...

M2k! (uhhh… me siento como si estuviéramos en Star Trek, saludándote con ese “nombre”)
Es cierto lo que decís, en Argentina por ejemplo se valora el “título” más allá de lo que el mismo represente. Ejemplo de esto, son los famosos “Doctor”, de aquí y “Doctor” de allí que intercambiaban los políticos (podemos encontrar esta costumbre imitada en algunos sketches de Les Luthiers). No sé si les pasó: para que te atiendan en el trabajo de un pariente o amigo, por ejemplo, si en vez de decir habla Fulanita, a partir de lo cual te ganás toda una serie de preguntas tipo: por qué asunto es, de donde le habla… etc., si pronuncias las palabras mágicas: “Habla la licenciada Fulana”, te pasan con la persona directamente. Es ridículo pero es así, prueba de que la persona en el teléfono no se atreve a repreguntar… como si el hecho de que hable una “licenciada” le da derecho a que se interrumpa a la persona en cuestión más allá de la seriedad del tema que trae quien hace la llamada.
Si bien, este automatismo no se debe a lo mismo… es como cuando avisas que estas hablando desde Canadá. Te pasan el teléfono mucho más rápido y casi como con reverencia. Una llamada desde el exterior es mucho más importante que una desde Villa Fiorito, aunque la última sea un S.O.S.
Quizá en otros países sea más importante el nombre como prueba de que el individuo es más importante que sus diplomas o formación.

Héctor, interesante tu asociación con el prestigio que queda por los títulos en México, relacionados con el pasado colonial. Creo que tenemos que diferenciar entre lo que el título representa, como prueba de cierta formación por la que has pasado (en tu comentario, el tema de cómo lo evalúan los posibles empleadores) con el impacto subjetivo que produce en la sociedad la valoración de los títulos. Por ejemplo… hay un chiste conocido sobre “madres judías” donde se personifica a una señora a la cual le hablan de una persona (y en especial, un joven en edad de contraer matrimonio) y la primera pregunta era “pero… ¿tiene “títele” o no tiene “títele”?

Saludos!!!