Descubre tu PROPIA creatividad!!

Page copy protected against web site content infringement by Copyscape

viernes, 12 de marzo de 2010

Con esto, le puedes partir la cabeza a cualquiera.


"Con esto le puedes partir la cabeza a cualquiera", me explica con autoridad. Su mujer, francesa y oriunda de Metz, se toma la cabeza entre las manos: "¿A qué país me vine a meter?", pregunta. Mi amigo me mira con resignación.
Preparo café en un termo y me acuesto temprano, a la espera de mis nuevas obligaciones de vigilante. Duermo a tropezones, hasta que otro vecino, el del turno que me antecede, me entrega el testimonio.
Comparto mi trabajo de rondín con otras dos personas. Me presento y escucho historias, conozco qué pasa más allá de esa fría levantada de cejas con la que nos saludamos desde hace un par de años. Entiendo más, mucho más, sobre la angustia que representa una amenaza sin rostro ni forma. Aquello que han comenzado a llamar "el segundo terremoto": el pánico a algo que no se conoce y la fractura social provocada por desórdenes valóricos que tardarán muchos años en ser resueltos. Yo no soy distinto de nadie. Esta noche Concepción, Talcahuano, Constitución, Hualpén y Santiago son el mismo sitio.
Un gato travieso, un ruido que nunca supe qué era y alguna lejana alarma son los únicos eventos consignables en mis 30 minutos de vigilia. A veces me pregunto qué hubiera hecho de haber aparecido la turba. ¿Habría desenfundado mi cañería? Cómo saberlo.
¿Qué más puedo decir? No me siento mejor persona ni más valiente después de esto. Es más, hace varios días que tengo ganas de llorar. Pero no hay mucho tiempo para ello: esta noche [por anoche] me toca de 2.30 a 3 de la madrugada."

La odisea de una noche de vigilia










Hasta hace unas horas, apenas vecinos... Ahora, camaradas de trincheras.  Cómo se explica ese pasaje?

Como en la serie "Survivors", en la que una epidemia de gripe mortal deja unos pocos sobrevivientes en un mundo caótico y aterrador, sin soportes.  El progreso, que parece protegernos, desaparece durante una catástrofe dejando al individuo solo y aterrado, indefenso frente a la agresividad de los otros en la lucha por la supervivencia.  Compañeros de trincheras frente a los atacantes.


Y nuevamente la pregunta sobre la condición humana: qué hacemos cuando estamos a merced de los desafíos más aterradores? Cómo reaccionamos cuando el terror afuera dispara nuestros terrores más profundos, los de adentro?  Cuando nos acecha un peligro, cuando vivimos una catástrofe, nos asociamos con nuestros pares para la reconstrucción? O vemos en cada uno que se acerca el peligro de ser nuevamente despojados?   Qué palabras susurran en nuestros oídos nuestras emociones más íntimas?Nos estarán hablando de esperanza o nos arrojan al camino de dudoso retorno del salvajismo?


Me pregunto si en un orden mucho más ralentizado, como si nos moviéramos en cámara lenta, nuestros países no han ido sufriendo una desvastación catastrófica.  Una catástrofe en cámara lenta que ha activado nuestra adrenalina al punto en que cada uno que se detiene junto a nosotros podría ser un atacante.  O no.  O nos cerramos a los estímulos aterradores y nos parece que no pasa nada, que exageran, que lo que sale en el diario debe ser mentira, no puede ser tanto.  Que todo va a mejorar.  
Nuestros países, nuestra gente, que no paran de construir y construir tras cada catástrofe... cuál será el saldo simbólico de tanta destrucción y reconstrucción?A dónde va la energía disponible cada vez?


Y una vez más, agradezcamos a la resiliencia.









No hay comentarios: