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domingo, 25 de mayo de 2008

Distintas miradas sobre el aborto

¿Cómo se trata el tema del aborto en la sociedad argentina respecto de la sociedad quebequense?
Para darse una idea de hasta que punto se puede llegar a extremos absurdos decidí incluir dos materiales. En el primer caso, un texto publicado en la Blog de un Colectivo de la Cátedra de Psicología Preventiva de la Universidad de Buenos Aires. Aquí se muestra de qué manera una jueza ha impedido a una mujer que pueda disponer que se practique el aborto a su hija menor de edad, discapacitada mental, embarazada a consecuencia de una violación.
Otra mirada muy distinta, entonces, la realidad que observo en la película quebequense “Familia” (Louise Archambault, 2005). Esta película trata sobre las relaciones complejas entre dos madres en la cuarentena con sus hijas adolescentes.


Es a la vez una especie de cóctel donde podemos encontrar un traguito de todo, como recordándonos un “Septimo Regimiento” que podría dejar de cama al más pintado: aborto, adulterio, adicción al juego, hipersexualización en la adolescencia.
Michèle (Sylvie Moreau) es una profesora de aeróbics con una hija adolescente a la que deja bastante sola. Michèle es explosiva, adicta al juego, inestable. Abandona a su pareja que se niega a seguir soportando sus deudas de juego y parte con su hija Marguerite a buscar donde dormir. Cae imponiendo su presencia en la casa de Janine, una antigua amiga de la infancia. decoradora de interiores, con una vida tan organizada que parece necesitar el peso fuerte de Michèle hacia el otro costado para equilibrarse y no caerse del mapa.
En la manera en que trata de ayudar a su amiga, Janine (Macha Grenon) aparece como una ingenua. Uno podría preguntarse cómo no se da cuenta que Michèle la va a invadir y alterar su mundo. ¿Ingenuidad? Tal vez necesite esa brecha, ese refugio, también ella. Otra forma de ver el mundo que la ayude a descubrir la hilacha que anuncia los jirones existentes en su vida.

En las dos críticas quebequenses de esta película uno puede toparse con varias referencias a la cuestión de los hombres como ausentes (por supuestos recortes presupuestarios que no evitan preguntarse sobre las segundas intenciones de la directora). Y hay planteos sobre la amistad y la reconstrucción del vínculo de cada mujer con su madre y el que podrán construir, luego con sus hijas.
Sin embargo, mi mirada latinoamericana recae sobre una realidad que parece no ser tenida en cuenta en estas críticas, tal vez porque no forme parte de las preguntas que se hace la sociedad quebequense: ¿está bien, es operativo y saludable que una chica de catorce años pueda hacerse un aborto sin que tenga siquiera que estar enterada su madre? ¿Está en condiciones una chica de esa edad de pasar por ese trance sola, por mucha contención psicológica de hospital que pueda tener? Estoy usando los términos “contención psicológica de hospital” porque un abordaje psicológico del trance del aborto en una adolescente debería salir de las cuatro paredes de la consulta individual como un trámite en el hospital y abrir el espacio de trabajo con la familia para ayudarles a establecer los vínculos de cuidado y autocuidado en los que están haciendo agua…
Algo pasa para que suceda tanto aborto en un sistema de salud que brinda gratuitamente todas las facilidades para la anticoncepción.
Mi médico de la Universidad con quien discutí en parte este tema, me sacó de memoria no recuerdo qué estadísticas que mostraban que con las últimas campañas de prevención se habían reducido a su mínima expresión, en los últimos dos años, los casos de embarazos no deseados y de SIDA en estudiantes universitarias. Así y todo, lo que se logre en esa franja poblacional no contesta la pregunta.

Propuse la comparación con la realidad argentina en principio. Y si tomáramos las realidades colombianas, mexicanas, peruanas, y de tantos otros lugares de Latinoamérica?
Me animo a anticipar que el impacto sería mucho más pronunciado. Y esto explica en parte las dificultades de adaptación que pueden tener las distintas culturas. Un joven de 20 años que había venido de Colombia con su hermana de 14 años me preguntaba: “Como hace uno aquí para cuidar la virginidad de esta niña? Ella ve a las otras y ya no me escucha…”.
Hace falta proyectar las diferentes visiones de las distintas culturas para comprender el shock de este joven, a quien sus padres que quedaron en Colombia, pusieron a cargo de cuidar de su hermana. Particularidades sociales que van generando una amplia brecha entre sociedades que coexisten muchas veces como las vías de un tren. Aunque estas, como paralelas que nunca se tocan, al menos van para el mismo lado.

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